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Con Menotti, el fútbol era dos veces fútbol

Las maneras debían conducir a los objetivos. El equipo tenía que respaldar a las individualidades. El protagonista podía arriesgar, sabía que su conductor confiaba en él, pasaba a entender qué quiere decir que el fútbol es un juego.

Menotti
Menotti y la pelota, su mejor aliada. (Gustavo Pagano/Getty Images)

Con las palabras del Flaco Menotti, el fútbol era dos veces fútbol. Un seductor desde la palabra y desde el convencimiento. Como el buen vendedor que sabe que primero tendría que querer comprarlo, Menotti estaba tan seguro del juego que pregonaba que se le hacía más fácil pedir desarrollarlo.

Es cierto, en los últimos años había dejado de ser entrenador. Pero sus grandes equipos (Huracán, obviamente la Selección, el juvenil, ratos de varios otros como Independiente) ya habían quedado en la enciclopedia. Las maneras debían conducir a los objetivos. El equipo tenía que respaldar a las individualidades. El protagonista podía arriesgar, sabía que su conductor confiaba en él, pasaba a entender qué quiere decir que el fútbol es un juego.

El destino quiso que la última etapa de Diego Maradona haya sido en nuestro país. Así pudo disfrutar del amor popular como nunca lo había hecho. El destino también le dio la posibilidad a Menotti de ver su tiempo final cerca de la Selección Argentina. Donde debía estar. Una sociedad que respeta la experiencia es más sabia que cualquier otra. Su palabra fue suficiente para confiar, cuando muy pocos creían que lo que se armaba podía ser un proyecto y no un parche. A lo último, claro, se manejó a la distancia. El camino estaba hecho.

Menotti Selección Argentina
Menotti y el cuerpo técnico de Scaloni, al que bancó desde el primer momento.

No es momento de reeditar la vieja antinomia. Creo, incluso, que fue una pelea inútil. En esas rencillas quedan más expuestos los defectos del contrario que las virtudes del propio. El tiempo puso a ambos, a César Luis Menotti y a Carlos Salvador Bilardo, como los históricos referentes. Si hoy tantos técnicos argentinos están desparramados por el fútbol mundial, será porque la nuestra es una tierra futbolera con ellos como banderas originales.

El Flaco se fue ahora. Antes se había ido un tipo de sociedad, la de la bohemia mezclada con la intelectualidad. La suya. La que despreciaba el vértigo, la que prefería el contenido. Un cigarrillo y un café. El fútbol en el centro de la mesa, como motivo de charla permanente. La pelota del lado de César, nunca del otro.

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